Siempre me he preguntado qué ha sucedido con algunos de mis brillantes conocidos, aquellos que al final del año escolar ostentaban notas sobresalientes, ¿qué ha sucedido con sus metas?

Hace algunos años se evaluaba la inteligencia con un test que determinaba el éxito académico y profesional, a veces con parámetros difíciles de alcanzar. En los años 70, 80 y aun en los 90, los resultados eran un pronóstico definitivo, hasta que investigadores sociales descubrieron que muchos de los evaluados y que arrojaron altísimos puntajes, no lograron sus metas y, en cambio, otros individuos calificados como regulares o con inteligencia promedio superaron, en la vida práctica, todas las expectativas. Entonces, apareció la Inteligencia Emocional como otro factor para alcanzar el éxito.

Gracias a la tecnología y el uso de redes sociales he vuelto tener contacto con muchos amigos a los que llevaba varias décadas sin ver, y es interesante analizar los diferentes rumbos que sus vidas han tomado y cómo, contra todo pronóstico, los que antaño fueron brillantes, dejaron sus metas en el olvido y los ayer impensados talentos han desarrollado cualidades inimaginables.

Recuerdo el famoso cuento de Hans Christian Andersen, El patito feo, en cuyo desenlace se ve reflejado en el agua y descubre que es un cisne. ¿Qué fue lo que sucedió? Creo que la respuesta la encontraremos haciendo un análisis de nuestros recuerdos de la época. Los muy brillantes eran, por lo general, niños enfocados a la competencia, no interactuaban, no disfrutaban y, en conclusión, no eran felices. Por otra parte, quizá otros se relajaban demasiado —se confiaban de sus capacidades intelectuales— y aprendían las materias de forma práctica, pero había un porcentaje muy pequeño que representaban el equilibrio entre esos dos mundos. Estos resultaron ser los más exitosos.

«Aunque muchos pueden pensar que el éxito lleva a la felicidad, con frecuencia sucede justo al contrario: la felicidad y las emociones positivas hacen que sea más probable tener éxito.» (Ana Muñoz, 2016).

¿Qué es el éxito? He aquí algunas buenas definiciones:

Según la Real Academia Española, éxito es el «resultado de un negocio, actuación, ect.».

La noción de éxito puede ser subjetiva y relativa. A menudo asociado con la victoria y la obtención de grandes méritos.

«El éxito es lo opuesto al fracaso o a la derrota y es, por tanto, uno de los sentimientos o fenómenos más positivos que puede experimentar el ser humano».
(ABC).

Un gran amigo nuestro solía recomendar a sus hijas que no se fijaran en los guapos o en los muchachos de moda, y les recomendaba darse la oportunidad de conocer personas con otras cualidades: formales, estudiosos, generosos, y, claro, ellas arrugaban la nariz. ¿Qué muchacha dejaría de salir con un chico guapo? Pues, bien quienes enrumbaron sus caminos solo por el sentido estético y no exploraron la parte cognitiva de sus futuras parejas tuvieron más fracasos matrimoniales que aquellos que se basaron en la empatía.

En la actualidad, se relaciona íntimamente el éxito con la importancia del buen manejo de nuestras emociones, y esto se conoce como Inteligencia Emocional, la cual podría definirse como la capacidad de manejar, entender, seleccionar y trabajar las emociones con eficiencia, para generar resultados positivos. «Señala Goleman que la inteligencia, como la entendemos habitualmente, no alcanza para triunfar en la vida. Al respecto, se apoya en la opinión de otros muchos colegas suyos para quienes la inteligencia representa solamente el 20% de los factores que determinan el éxito, mientras que el 80% restante depende de otros factores, entre los cuales está la Inteligencia Emocional.» (Caal Arredondo, Cruz Samayoa, De León Toledo y Hernández Andrino, 2013).

Una persona que se enfada con facilidad, que se pone triste con frecuencia o que no es capaz de controlar sus impulsos, es alguien con una mala Inteligencia Emocional. Por el contrario, una persona que se conoce bien a sí mismo, que es capaz de pensar antes de actuar, que entiende sus impulsos, que los expresa con educación sin afectar negativamente a la gente de su entorno, es una persona con buena inteligencia emocional.

Todos conocemos o hemos leído sobre personajes que han destacado en alguna disciplina, pero que en su vida personal son un verdadero fracaso. Y entonces… ¿Se les podría tildar de exitosos?

Un premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, abandonó a su pareja, tras más de cincuenta y cinco años de matrimonio, con el argumento «de vivir un gran amor». Argumento de sobra romántico, pero igualmente irresponsable. ¿Él es exitoso?

La respuesta, en mi opinión, es no, porque el mayor logro de un ser humano es una vida plena, y una vida plena es una vida en paz, y para alcanzar este equilibrio hay que ser responsables por los sufrimientos que ocasionamos. Una persona exitosa es comprometida y congruente. Sin ser mojigatos, debemos reconocer la vanidad excesiva, el egoísmo y el narcisismo como antivalores.

Hay que adquirir hábitos sanos, físicos y mentales.

La Inteligencia Emocional es una habilidad que puede desarrollarse, entrenar y fortalecer desde la infancia. Por lo tanto, el éxito no se atribuye solamente a la genética, sino también a la interacción con el medio. Es importante criar a los niños en un ambiente seguro, donde sean amados y aceptados, ya que a medida que crecen se eliminan las conexiones débiles y van quedando solo las más fuertes, que están unidas a sus primeras experiencias vivenciales.

Nunca voy a olvidar la frase preferida de mi esposo respecto a la crianza de nuestros hijos: «A un niño se lo educa con amor y buen ejemplo, y no dándole de palos». Y no puedo menos que pensar que la actitud positiva de un hijo ante la vida es, en gran medida, reflejo del amor con que fue encausado.

Las principales cualidades de la Inteligencia Emocional son cinco: la conciencia de uno mismo, la regulación de las propias emociones, la motivación, el reconocimiento de las emociones ajenas y las habilidades sociales (empatía). La teoría de Goleman no propone sofocar o eliminar las emociones, sino saber regular las emociones negativas, como la ira, el egoísmo, la apatía, la desconsideración.

«La primera escuela es el hogar», y los padres somos responsables de las manifestaciones conductuales de nuestros pequeños. Solo enseñando a valorar y practicar principios esenciales como el respeto, la honestidad, la dignidad, el honor y la prudencia (entre otros), les estaremos allanando el camino al éxito.

¿Cuántas veces ponemos a nuestros pequeños como testigos de nuestras mentiras? ¿No es verdad, Fulanito, que no hemos escuchado el timbre? Y el niño se nos queda viendo sin saber qué contestar. Si queremos cultivar la verdad, ¿por qué decimos mentiras?

El reconocimiento de nuestras habilidades y de lo que somos capaces de hacer es otra aportación de la Inteligencia Emocional como coadyuvante del éxito, porque cada ser humano tiene determinadas destrezas y la educación deberá estar encausada a desarrollar esas actitudes personales. De esto nos habla la Inteligencias Múltiples de Howard Gardner. Esta nos dice que no tenemos una sola capacidad mental, sino varias, concretamente siete: Inteligencia Lingüística, Inteligencia Lógica, Inteligencia Musical, Inteligencia Visual-Espacial, Inteligencia Kinestésica o Corporal-cinética, Inteligencia Interpersonal e Inteligencia Intrapersonal.

Precisamente, en esta parte del reconocimiento de nuestras habilidades es donde creo encontrar muchas de las causas del fracaso. Muchos de mis compañeros de clases hicieron lo que no querían y ocuparon sus brillantes talentos en algo que no llenó su espíritu.

Cuando yo era niña siempre escuchaba decir que existían carreras u oficios que eran los únicos que valían la pena (en clara alusión a la medicina, oficio tradicional en mi familia) y todo giraba en ese ámbito. Pues bien, yo no nací con dicha inclinación a la ciencia. Amaba escribir y, aunque mi modesta preferencia literaria no tuvo eco, nunca perdí el afán por hacerlo.

En conclusión: Hay que reconocer que el éxito tiene una estrecha correspondencia con la capacidad intelectual e, indudablemente, es necesaria la destreza, pero es primordialmente la Inteligencia Emocional la que nos llevará al éxito. Aprender a manejar las emociones e impulsos perjudiciales da paso a grandes baluartes como la confiabilidad, la adaptabilidad, el compromiso, la iniciativa, el optimismo, la inspiración, la motivación, la tenacidad y la empatía. Cada día hay más inteligentes emocionales liderando grupos, personas que alcanzan mejores posiciones incluso que los grandes inteligentes académicos, y la razón es sencilla. Para vivir, trabajar y desarrollarnos necesitamos equilibrio.

«La inteligencia emocional se nutre de experiencia y aumenta con los años. Hay una palabra para definir este fenómeno: madurez.» (Goleman, 2004)

^Referencias

^{Muñoz, Ana. ¿Qué es el éxito?, About en español, 22 de marzo de 2016. Recuperado de http://motivacion.about.com/od/superacion/a/Que-Es-El-Exito.htm}

^{Definición de éxito, Definición ABC. Recuperado de http://www.definicionabc.com/general/exito.php}

^{Caal Arredondo, T. V., Cruz Samayoa N. A., De León Toledo, P. M. y Hernández Andrino, L. M. (2013). Las habilidades prácticas de la inteligencia emocional. Universidad de San Carlos de Guatemala. Escuela de Ciencias de la Comunicación. Guatemala, pág. 4. Recuperado de https://comunicacionorganizacional2013.files.wordpress.com/2013/04/habilidadespracticas-inteligencia-emocional-1.pdf}

^{Goleman, Daniel (2004). ¿Qué hace a un líder? Harvard Business Review, América Latina, pág. 4. Recuperado de http://enriquecetupsicologia.com/costarica/wp-content/uploads/2011/11/C%C3%B3mo-es-un-l%C3%ADder.pdf}

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